Considerado uno de los enclaves defensivos más importantes de la provincia, el Castillo de Peñas de San Pedro presume de una larga historia desde su inclusión como una de las posiciones fuertes del reino taifa murciano para defender sus límites occidentales frente a las intromisiones de los reinos árabes de Andalucía.
Aún más que el propio castillo, es impresionante la rotunda base de roca en que se asienta. Inaccesible por cualquiera de sus caras, encontramos en su altura restos de muros posiblemente islámicos, un torreón de planta semicircular, y algunas almenas defensivas. Interesantes son los restos de viviendas y cuarteles para los soldados que habitaban el castillo. Existen restos de varios hornos, una balsa para la recogida de aguas de lluvia, conductos para su canalización, y aljibes para su almacenamiento. Su muralla, de origen islámico, de longitud superior a mil metros, rodeaba todo el castillo, aunque hoy encontramos sus restos.
En la tarde-noche del 10 de octubre de 1810 explotó el polvorín, situado en los sótanos del cuartel, a consecuencia de un rayo. La explosión de 100 quintales de pólvora provocó numerosos daños y desperfectos en la iglesia y otros edificios, causando la muerte de 19 soldados y varios heridos. Este hecho fue origen del declive del castillo, y así a partir de la segunda mitad del siglo XIX la fortaleza pierde valor estratégico y empieza a ser abandonada. Los restos del último gobernador del castillo reposan en el cementerio viejo de Peñas. A principios del siglo XIX las gentes habían abandonado casi por completo el castillo, quedando solamente una guarnición militar que estableció su cuartel en la antigua iglesia adaptada para tal efecto.
Peñas de San Pedro | Castillo
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